Integrantes del Grupo de investigación participan en el Congreso Carmona VIII
Los días 2 y 3 de noviembre de 2023 se llevó a cabo el VIII Congreso Carmona: Mujer y derechos humanos. La actividad contó con una gran convocatoria de juristas y estudiantes, quienes pudieron, además, participar en las actividades sociales que se realizaron con el objetivo de compartir la riqueza patrimonial de la ciudad de Carmona.
Los Integrantes del Grupo de investigación De Conflictu Legum se hicieron parte tanto en las mesas redondas, y en las comunicaciones aceptadas:
⬤ El alcance del principio de no discriminación ex artículo 1219 pmr: el caso de las madres solas migrantes. María Paz García Rubio; Marta Otero Crespo; Julia Ammerman Yebra
⬤ Añejos requisitos de capacidad para el ejercicio el ius connubii: ¿siguen teniendo sentido?. Ernesto Francisco Sarrión Hernández
⬤ Hacia una convención internacional de las personas mayores. Margarita Herrero Oviedo
⬤ Visibilizar el impuesto rosa mediante una perspectiva comparada. Hernán Cortez López
El segundo día de la actividad, se dedicó un panel a la memoria de Rosario Valpuesta, en el cual los ponentes compartieron diversas anécdotas y aprendizajes que mantienen viva la memoria de la Catedrática. En esa oportunidad, la profesora María Paz García Rúbio, investigadora del Grupo de Conflictu Legum y Catedrática de Derecho Civil de la Universidade de Santiago de Compostela dedicó las siguientes palabras a su memoría:
Hace aproximadamente cinco años, con motivo del quinto aniversario del fallecimiento de Rosario Valpuesta, a quien seguimos echando de menos tanto o más que el primer día, la Universidad Pablo de Olavide y la Asociación Rosario Valpuesta organizaron en Sevilla un pequeño acto académico de recuerdo, en el que solicitaron mi participación con una conferencia cuya temática me permitieron elegir con completa libertad. Casi sin pensarlo, de manera impulsiva, surgió la idea que luego desarrollé en aquella conferencia: entablaría un diálogo con Rosi sobre uno de los temas que más le ocupó y le preocupó a lo largo de su carrera como jurista y del que le surgieron las inquietudes que plasmó en el último libro que escribió y que nos dejó como el más acabado reflejo de su pensamiento. Me refiero a La disciplina constitucional de la familia en la experiencia europea, publicado apenas algunos meses antes de su muerte y en cuya fase final de elaboración tuve una implicación personal que Rosi, con la generosidad que le caracterizaba, recuerda en la presentación del citado libro. Me tomo la libertad de contarlo aquí porque, a pesar de la tristeza que me causa todavía hoy rememorar aquellos momentos, la pequeña ayuda que le brindé entonces le sirvió de empujón definitivo para publicar una obra a la que había dedicado mucho tiempo, en muchos lugares y a lo largo de muchos años, la cual, ya muy cansada por la enfermedad, se sentía incapaz de terminar; la terminó, por supuesto, la vio publicada y se sintió orgullosa de su resultado. Confieso que pocas cosas, tal vez ninguna, me han proporcionado mayor satisfacción a lo largo de mi vida académica, y que ninguno de los logros que haya podido alcanzar en mi carrera me han hecho sentirme más feliz que el haber contribuido en aquel momento a la felicidad de mi querida amiga y compañera. Pues bien, entonces como ahora, el diálogo con Rosi me resultó muy sencillo, porque como si de Freddy Mercury o de María Callas se tratara, contábamos con el perfecto holograma que permitía tenerla a nuestro lado: su libro peregrino, como ella misma gustó de calificarlo. Partiendo de él, traté de contarle a su autora, y de paso a todos los presentes, lo que había sucedido con la familia y con el Derecho de familia en los años que habían transcurrido desde que ella lo dio por terminado. Lo cierto es que igual de sencilla, e igual de trazada por ella, me parece la senda por la que conducir esta intervención que hago hoy por vía telemática, ante la imposibilidad de estar, como me hubiera gustado, en la que es ya un poco nuestra ciudad, Carmona. En esta ocasión, para recordar el legado que nos dejó a través de la unión de dos de las grandes pasiones intelectuales y vitales de Rosi: las mujeres y los derechos humanos. Estoy convencida de que el mejor homenaje a su figura y a su memoria y la suprema manera de preservar su legado es, precisamente, seguir reflexionando sobre ambas cuestiones y, muy especialmente, sobre la interrelación entre ellas. En realidad, lo que se está haciendo en estos días en VIII Congreso Organizado por el Movimiento Carmona, una idea que su bulliciosa mente creó, que vio hacerse realidad y que tanta gente, entre la que estáis todos quienes ahora me escucháis, habéis permitido que siga viva y que, día a día, continúe creciendo. En estas jornadas estamos reflexionando sobre cuatro núcleos temáticos que ahora vuelvo a recordar: 1. Problemas actuales de los derechos humanos de las mujeres en un mundo cada vez más cambiante. 2. Implicaciones de los derechos humanos en el Derecho privado. 3. Mujeres y objetivos de desarrollo sostenible. 4. Mujeres migrantes y derechos humanos. Sobre todos ellos se interesó Rosi en su momento, sobre todos ellos dejó postura escrita en artículos jurídicos y de divulgación, y sobre todos ellos, estoy segura, tendría mucho que decir un día como hoy, instalados como estamos en un convulso momento histórico que nos confunde y nos aterra y que ella hubiera sabido, sin lugar a dudas, interpretar con clarividencia. Permítanme que repita ahora unas palabras que escribió hace ya tiempo y que se incluyen en el libro recopilatorio Rosario Valpuesta. La construcción de un pensamiento crítico. Este será, en esta ocasión, su holograma, del que señalaré algunos párrafos de otros tantos artículos periodísticos incluidos en dicha publicación, que nos permiten dialogar con ella y tenerla muy presente en un congreso que celebramos en 2023. En una columna que lleva por título “Y nosotras, ¿qué?”, datada en 2007, al hilo de la comprensiva actitud de occidente respecto a los que entonces se llamaron talibanes moderados en Afganistán, teóricamente más democráticos que otros, denunciaba Rosi algo que sigue de plena actualidad en el marco del primero de los paneles, relativo a los problemas de los derechos humanos de las mujeres en un mundo cada vez más cambiante; nos decía ella entonces que en este tipo de sociedades, teóricamente amigas y democráticas (o más democráticas que otras): “ son más las mujeres a las que les han quitado su derecho a vivir en dignidad que los que mueren en los atentados; son más las mujeres que han dejado de existir para la comunidad que aquellos que son secuestrados. Pero parece que estas no cuentan, parece que se puede construir una democracia sin que ellas estén presentes. Se olvida, como dice Celia Amorós, que la situación de las mujeres es un test imprescindible para medir la calidad democrática de una sociedad”. Una mirada al Afganistan de hoy, a Irán o a Pakistán, entre otros lugares, nos da buena cuenta de lo certero de su denuncia. Por su parte, la contribución titulada “Nos quedan dos días”, también de 2007, nos interpela en relación con el tercero de los pilares de este congreso, el referido a los retos del desarrollo sostenible. Estas son sus palabras: “Las cuestiones referidas al medio ambiente se han puesto en el primer plano del interés de los ciudadanos, pero su resolución requiere alterar los parámetros con los que hasta ahora se ha desenvuelto nuestro estilo de vida y la actuación de los poderes públicos, pues en este tema no cabe ya poner parches”. Solo cabe añadir que hoy menos todavía, porque la incontestable realidad del deterioro del planeta ya no admite ni parches ni respuestas tibias; únicamente cabe hallar soluciones y hacerlo cuanto antes. Viene ahora a colación otro párrafo que forma parte del artículo fechado en 2008 que lleva por título “Ser mujer emigrante”, cuyo reclamo está plenamente justificado en el cuarto pilar de este Congreso. Tras aludir a un caso concreto de mujeres llegadas en pateras que perdieron a sus bebés en la travesía y tuvieron que arrojarlos al mar, decía Rosi: “Pero más allá del hecho luctuoso al que hacemos referencia, está la situación de la mujeres que abandonan sus países para trabajar, generalmente, en los hogares españoles, cuidando de los hijos o de los abuelos ajenos, es decir, de los nuestros, a los cuales no podemos atender por los requerimientos de una sociedad diseñada conforme a un patrón masculino, ajeno a la familia y a sus necesidades. Estas mujeres inmigrantes comparten su tiempo y sus afectos entre la familia que dejan atrás, la que construyen en nuestro país si pueden, y a la que dedican sus esfuerzos y trabajo. Son mujeres luchadoras …. Invisibles para la sociedad, invisibles para los sindicatos e invisibles, y esto es lo peor, para la mayoría de los movimientos feministas que aún no las consideran compañeras de viaje hacia la plena igualdad”. De nuevo siguen siendo palabras de rabiosa actualidad. En fin, paso al pilar que me falta sobre las implicaciones de los derechos humanos en el Derecho privado, el segundo de los citados sobre los que se asienta este Carmona VII. Para dialogar con ella podría acudir a cada una de las páginas del libro sobre La disciplina constitucional de la familia que ya he mencionado. Pero voy a elegir uno de mis párrafos favoritos de entre los recogidos en el otro volumen que en esta ocasión voy siguiendo, compendio de sus artículos periodísticos. Decía Rosi en 2008 en la columna titulada “Asuntos de mujeres”: “Hablar de asuntos de mujeres tiene su riesgo, pues durante demasiado tiempo a estos se les ha identificado con un mundo menor, de cosas pequeñas, sin complicaciones, frente a la gran envergadura de las cuestiones que afrontan los hombres, que ni más ni menos, tienen que resolver los problemas del mundo que descansan sobre sus hombros. De ahí que la incorporación de las mujeres a esa noble y titánica tarea haya sido tan difícil”. El párrafo es tan perfecto y sirve para tantas cosas que solo me queda añadir: ¡qué poco éxito han tenido los hombres en el desempeño de esa tarea!; y si no me creen, miren a su alrededor. Debo ir terminando. Ha repetido palabras de Rosi que, quince años después de haber sido escritas, continúan plenamente vigentes; muy poco o nada de lo que ella denunciaba ha sido resuelto; peor aún, probablemente algunos de los asuntos revelados han ido, incluso, a peor. Seguir insistiendo en su denuncia y en la búsqueda de respuestas justas que puedan ayudar a mejorar la sociedad y a mejorarnos como personas, no solo es nuestro deber moral, es también la mejor manera de reconocer el legado de Rosario Valpuesta. Nuestra amiga Rosi, a quien tanto queríamos, nos falta desde hace más de una década, pero su huella permanece cada día, a través de su recuerdo, de su eterna sonrisa estampada en multitud de fotografías, de la impronta que dejó en sus discípulos y en sus amigos y de su holograma escrito, del que acabo de extraer una pequeña muestra; también perdura, desde luego, por dejarnos algo tan vivo y tan precioso como el Movimiento Carmona. Decía Susan Sontag en uno de sus más afamados ensayos (Notas sobre lo camp) que muchas cosas en el mundo carecen de nombre y hay muchas cosas que, aun cuando posean nombre, nunca han sido descritas. No puedo describir lo que debemos a Rosario Valpuesta, así que voy a utilizar un vocablo que se me queda pequeño, pero que algo se aproxima a ese sentimiento inasible con palabras: gracias Rosi, gracias por tanto y por tantas cosas diversas; y gracias también a todas las amigas y amigos que, como peregrinos reincidentes, llevamos ya casi quince años unidos por sus ideas y, desde hace mas de diez diez, por su indeleble recuerdo. |